EL ENIGMA DE LA Gioconda

Sonríe como un umbral entre el sueño y la vigilia, como un susurro de luz atrapado en la eternidad del lienzo. En su mirada se esconde el crepúsculo de todos los tiempos, la nostalgia de lo nunca dicho, el eco de una risa que el silencio ha velado. Su piel es ámbar y sombra, un velo de ocres que el tiempo no consume, un latido que pervive entre las grietas de la historia.

Oh, Mona Lisa, ¿qué secretos custodian tus labios de esfinge? ¿Qué latitudes de melancolía se esconden en la penumbra de tus ojos? Eres la geometría de lo inasible, el enigma esculpido en pinceladas de bruma, el horizonte que nunca se alcanza. El viento de los siglos roza tu rostro, pero no consigue despojarte de tu misterio. Eres la eternidad contenida en una pupila.

Quien te observa queda atrapado en la danza de tu ambigüedad, en el claroscuro de lo indecible. Eres la pregunta sin respuesta, el secreto de Leonardo susurrado al óleo, la brisa que acaricia sin tocar. En tu sonrisa se esconde el universo, y en tu mirada, la sombra de Dios.


 

El poema refleja la profunda fascinación y el misterio que envuelven la figura de la Mona Lisa. Como autora describo su sonrisa como un umbral entre dos mundos, el sueño y la vigilia, sugiriendo que la pintura es un puente hacia lo desconocido. La mirada de la Gioconda se presenta como un reflejo de la historia, cargada de nostalgia y secretos no revelados. La ambigüedad de su expresión se asocia con el enigma, lo inalcanzable, un secreto eterno. La figura se convierte en un símbolo de lo inasible, una presencia que desafía la comprensión humana y permanece misteriosa a través del tiempo, como un eco de lo divino y lo eterno.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *