EL AYER NUNCA VUELVE

El ayer, un eco desvanecido en los pasillos del tiempo, se ha convertido en una sombra que se alarga en el crepúsculo de la memoria. Susurros de risas y melodías olvidadas danzan en el aire, como fantasmas que buscan consuelo en la penumbra.

Las calles de la infancia, ahora laberintos de nostalgia, nos invitan a un viaje sin retorno, donde las huellas del pasado se desvanecen en la arena movediza del presente.

Las puertas del tiempo se han cerrado con un estruendo sordo, sellando para siempre los momentos que una vez fueron nuestros. Las lágrimas, perlas de melancolía, ruedan por nuestras mejillas, testigos mudos de la pérdida irreparable. El ayer, un jardín marchito, exhala su último aliento, mientras el viento arrastra sus pétalos hacia el abismo del olvido.

La certeza de su ausencia, un puñal que se clava en nuestra alma, nos recuerda la fragilidad de la existencia. El ayer, un sueño fugaz, se ha desvanecido en la neblina del amanecer, dejando tras de sí un vacío que ninguna palabra puede llenar. Y así, nos encontramos atrapados en la encrucijada del tiempo, donde el pasado y el presente se funden en un abrazo agridulce, recordándonos que la vida es un río que fluye sin cesar, llevándose consigo los instantes que nunca volverán.

 


 

El poema transmite la idea de que el pasado es irrecuperable, una sombra que se desvanece en la memoria sin posibilidad de retorno. Mediante imágenes evocadoras, se sumerge en una atmósfera de nostalgia y melancolía, donde los recuerdos, aunque vívidos en el pensamiento, son inalcanzables en la realidad.

Las calles de la infancia y los momentos felices se convierten en un laberinto de añoranza, mientras el tiempo avanza implacable, borrando huellas y cerrando puertas. El ayer es representado como un jardín marchito, un sueño efímero que se pierde en la neblina del amanecer, dejando un vacío que las palabras no pueden llenar.

La metáfora del río refuerza la idea de que la vida fluye sin detenerse, llevándose consigo todo lo vivido. En definitiva, el poema es una reflexión sobre la fragilidad del tiempo y la imposibilidad de aferrarse al pasado, invitándonos a aceptar su ausencia con resignación y poesía.

 

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