La mente, vasto jardín donde antaño florecían las sombras, hoy se viste de amapolas silvestres. Los senderos, antes laberintos de dolor, se han cubierto de musgo y olvido. El viento, que solía arrastrar lamentos, ahora susurra canciones de paz.
Las cicatrices, mapas de batallas pasadas, se difuminan como acuarelas bajo la lluvia. Los fantasmas, otrora inquilinos de la memoria, han huido al alba, dejando tras de sí un silencio fértil. La mente, como un lienzo en blanco, se prepara para recibir nuevos trazos, colores vibrantes, historias de luz.
Las lágrimas, ríos de sal que erosionaron el alma, se han evaporado, dejando tras de sí un suelo fértil donde germinan los sueños. El corazón, quebrado en mil pedazos, se ha reconstruido con hilos de esperanza, tejiendo una nueva melodía, un canto de libertad. La mente, un templo de serenidad, abre sus puertas a la vida, invitando a la alegría a danzar entre sus muros.
Expresa la transformación de la mente tras un periodo de dolor y sufrimiento. Donde antes había sombras, ahora florece la esperanza, simbolizada por las amapolas silvestres. Los recuerdos dolorosos y las cicatrices del pasado se desvanecen, dando paso a la paz interior. Los fantasmas del ayer han sido reemplazados por un silencio fértil, listo para nuevas historias. Las lágrimas, antes símbolo de angustia, han nutrido el terreno para el renacimiento de los sueños. El corazón, antes roto, se recompone con hilos de esperanza. La mente, ahora serena, se abre a la alegría y la libertad, abrazando la vida con renovada ilusión. Es un poema sobre la sanación, el renacer y la belleza que surge tras superar el dolor.