REPTANDO LA VIDA

La vida se desliza como una serpiente sinuosa, reptando entre las hojas secas del tiempo. Su piel brillante refleja el fulgor de los días soleados, pero también guarda en sus escamas el tacto frío de las noches sin luna. Se arrastra silenciosa, como un secreto que conoce el peso de los caminos que cruzamos sin mirar atrás. Cada movimiento es un verso escrito sobre la tierra, cada giro, una pausa que guarda un suspiro contenido.

La vida, como serpiente, muda su piel, dejando atrás capas de lo que fuimos, mientras avanza hacia lo que aún no somos. Nos despojamos de lo viejo con dolor, pero también con alivio, como si cada cicatriz que se desprende nos otorgara un aliento más ligero. Bajo el peso del sol, su cuerpo vibra, ondulando con la cadencia de los ríos que nunca retroceden.

Y en su lengua bifurcada, la vida nos susurra dilemas: avanzar o esperar, morder o retroceder. Se retuerce en círculos, a veces enroscada en sí misma, prisionera de sus propios miedos. Pero otras, se extiende como una línea infinita, trazando horizontes que solo alcanzamos cuando aprendemos a fluir con su ritmo.

La serpiente de la vida no teme al filo de la roca ni al vacío del abismo. Su fuerza no está en la velocidad, sino en la paciencia de moverse lentamente, probando el aire, sintiendo cada rincón con la certeza de quien nunca camina en vano. En cada curva hay un aprendizaje, en cada sombra, una lección.

Así, la vida nos invita a serpentear con ella, a enroscarnos en los días grises y a desplegarnos bajo el esplendor del alba. Es un veneno dulce y amargo, una caricia rugosa que enseña que el verdadero viaje no es llegar, sino deslizarse, con la piel muda y el alma viva.

 


 

A través de la metáfora de la serpiente, os hablo de la vida como un camino sinuoso, en constante transformación. La serpiente, que muda su piel, simboliza los cambios inevitables, las pérdidas y renacimientos que experimentamos. Su avance silencioso representa el paso del tiempo y la necesidad de adaptarnos, dejando atrás lo que ya no nos pertenece. También planteo los dilemas de la existencia, la lucha entre avanzar o detenerse, entre enfrentar los desafíos o replegarse por miedo. La imagen de la serpiente deslizándose con paciencia y determinación refleja la importancia de la resiliencia, de aprender de cada experiencia sin temor al abismo ni a las sombras. El relato invita a aceptar la vida en su ritmo natural, entendiendo que no se trata solo de llegar a un destino, sino de fluir con cada curva del camino, con el alma abierta al cambio y la transformación.

 

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