¿Qué es, sino un abismo humeante donde la vigilia se disuelve y renace? ¿No es acaso el café una lágrima oscura destilada de la noche, una herida abierta en la porcelana que nos recuerda que aún respiramos? ¿No es un conjuro de hechicero, un pacto con el día que exige sangre negra a cambio de lucidez?.
Miro el vórtice que se forma al removerlo, ese ojo de huracán donde los pensamientos giran, se confunden, se tornan espuma, se hunden. ¿Qué despierta primero: el cuerpo o el alma? ¿El pulso o la memoria? ¿Es el café un simple brebaje o el eco de una caricia que nunca llega, el tibio refugio de un cansancio sin nombre?
Lo acerco a los labios, y el aroma se adentra en mi mente como un viajero sin mapa. Su amargura me recuerda que aún siento, que aún hay contrastes en esta vida de tonos desvaídos. ¿Es esta la promesa de un nuevo comienzo o la prolongación del sueño? ¿Me despierta o simplemente me da permiso para seguir dormido con los ojos abiertos?.
En cada sorbo, el tiempo se pliega sobre sí mismo. Se torna un río espeso que atraviesa mis venas, que acelera el pulso, que me ata a la tierra. Y en su negrura infinita, ¿no se esconde acaso el misterio del día por nacer, la historia que aún no ha sido escrita, la última certeza antes de que el mundo empiece a girar de nuevo?.
Utilizo el café como una metáfora de la existencia, explorando su simbolismo más allá de lo cotidiano. Lo presenta como un abismo humeante donde la vigilia y el sueño se entrelazan, un conjuro que nos ata al día a cambio de lucidez. El remolino en la taza refleja el torbellino de pensamientos y dudas sobre el despertar del cuerpo y el alma. La amargura del café se convierte en prueba de que aún sentimos, de que la vida conserva contrastes en su monotonía. Se pregunta si es un inicio o solo la continuidad de un letargo disfrazado de consciencia. En cada sorbo, el tiempo se espesa, acelerando el pulso y anclándonos a la realidad. La negrura del café sugiere el misterio del día aún por escribirse. Así, el café no es solo una bebida, sino un rito, un recordatorio de nuestra existencia y nuestra incertidumbre ante el día que comienza.