EL PORTAL DEL INFIERNO

Sobre el umbral de sombra, eterno y frío,
se alza el portal que gime con eco sombrío.
Su arco de tinieblas, tallado en abismos,
guarda secretos de antiguos exorcismos.

El viento, que ulula cual canto doliente,
arrastra lamentos de un alma inocente.
Por su negro pórtico, murmullos se enredan,
como si estrellas caídas aquí se hospedan.

Oh, umbral de muerte, custodia del caos,
donde el tiempo y la carne se tornan pedazos.
Tus muros rezuman angustia y pecado,
cien vidas perdidas, un grito sellado.

Las llamas que arden, sin calor, sin sosiego,
bailan al compás de un destino tan ciego.
En su rojo abrazo no hay tregua ni calma,
solo un festín de cadenas y almas.

Y allí, en lo alto, grabado en la piedra,
un juramento que el alma enreda:
«Abandona toda esperanza al pasar,
pues nada retorna del oscuro hogar.»

En su negrura habita el olvido,
donde el eco del mundo ha sido extinguido.
Las sombras conspiran, susurran temores,
tejiendo en penumbra eternos dolores.

Quien osa mirarlo, su espíritu pierde,
y en el aire denso, la razón se disuelve.
Mas el portal llama, de forma callada,
con la promesa de nada, de todo, de nada.

Oh, puerta voraz, matriz de condena,
tus secretos sangran en un mar de arena.
Eres canto y gemido, prisión y umbral,
un destino que atrapa y no deja escapar.

Que tiemble la luz al verte de frente,
pues en tu negrura se quiebra la mente.
El portal del infierno, eterno e inmoral,
es el eco del alma, su juicio final.


Representa una visión simbólica y aterradora del umbral hacia la condenación y el olvido. Mediante una estética gótica y una atmósfera oscura, describo este portal como un lugar donde el tiempo y la esperanza se desvanecen, donde las almas quedan atrapadas en una existencia de sufrimiento eterno.

La imagen del portal no solo evoca la clásica referencia a la entrada del infierno de La Divina Comedia de Dante («Abandona toda esperanza al pasar»), sino que también sugiere un espacio metafísico donde el miedo, el pecado y la desesperación toman forma tangible. Las sombras, las llamas sin calor y los lamentos perdidos refuerzan la idea de una condena inexorable, en la que el paso a través del portal implica la pérdida definitiva del ser.

Sin embargo, más allá de lo infernal, el poema parece hablar del destino inevitable del alma y de la fragilidad de la razón ante lo desconocido. El portal se convierte en una metáfora del juicio final, un reflejo de la propia conciencia y del temor a lo que yace más allá de la vida.

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