En el rincón polvoriento del desván olvidado, los zapatos de claqué dormitan como viejos trovadores que han perdido su voz. Son relicarios de pasos extinguidos, de noches estrelladas bajo el resplandor de luces de teatro, donde el aire cargado de expectación vibraba al ritmo de su repique metálico. Son labios de cuero curtido, susurrando al suelo secretos que solo los tablones saben descifrar, mientras sus suelas, desgastadas por la danza del tiempo, guardan mapas invisibles de historias no contadas.
Cada vez que alguien los calza, se despierta un eco en su interior, como un río que despierta con la tormenta. Entonces, el mundo se transforma en un pentagrama, y cada golpe contra el suelo se convierte en una nota que sacude el alma. El sonido es cristalino, como un río que discurre entre rocas, o un corazón que late desbocado al borde del abismo. Es un diálogo entre el hombre y la madera, entre el metal y el vacío. Los zapatos de claqué no son simples herramientas; son magos que convierten la fricción en música, el esfuerzo en arte.
Pero en su quietud, cuando no bailan, parecen melancólicos. Como si añoraran los aplausos de un público extinto, el rugido de un teatro abarrotado o el abrazo cálido de una luz cenital que les devuelva su propósito. En su soledad, sueñan con volver a ser parte de esa magia perfecta entre el cuerpo y la música, entre la gravedad y la elevación. Porque en cada golpe de su tacón, en cada chasquido de su puntera, vive el anhelo eterno de tocar el alma del mundo, aunque sea por un instante.
El poema transmite la nostalgia y la memoria atrapadas en unos zapatos de claqué olvidados en un desván.
Los zapatos como testigos del pasado: Representan recuerdos de escenarios llenos de vida, aplausos y arte. Al estar guardados y en desuso, simbolizan el paso del tiempo y la melancolía de lo que una vez fue.
El baile como lenguaje universal: Muestra el claqué como una forma de expresión, donde cada paso es una nota en un pentagrama invisible. La música atrapada en los zapatos: Aunque inmóviles, guardan la esencia de su función: convertir el movimiento en arte. El deseo de revivir el pasado: Evoca la añoranza de volver a brillar sobre el escenario, de recobrar su propósito. La danza como magia y trascendencia: Los zapatos no solo producen sonido; transforman la gravedad en música y emoción. El diálogo entre el arte y el mundo: El poema resalta la conexión entre el bailarín, el suelo y la música, creando una conversación entre elementos. La soledad como símbolo de espera: La inactividad de los zapatos los hace parecer tristes, ansiosos por volver a danzar. Un homenaje a la belleza del arte: Refleja que la danza, como la vida, es un instante fugaz que deja huellas imborrables.